Sobre las ocho y cuarto de la mañana iniciamos esta interesante ruta desde la población de San Miguel. El primer tramo transcurre por una pista forestal paralela a la playa y en dirección a las famosas salinas del Cabo de Gata. A la media hora de transitar el camino y ya en el poblado del mencionado paraje conectamos con la carretera que se dirige hasta el faro de Gata. Observamos la ubicación de las salinas en una hondonada bajo el nivel del mar, lo que hace que por medios naturales y sin necesidad de sistemas de bombeo artificial , el agua marina abastezca las lagunas a través de un canal que parte de la playa anterior al comienzo de la subida por la carretera del faro. Encontramos el observatorio de aves, en el que divisamos a lo lejos algún flamenco. Desgraciadamente, aves vimos pocas, en parte porque estas se concentran en las lagunas, sobretodo al despuntar el sol en el horizonte y al atardecer y porque ya se vislumbraba en algunos miembros del club que cierto picorcillo en sus piernas les impediría estarse quietos. Destaca sobre todas las edificaciones del poblado de las salinas una iglesia construida a principio del siglo XX en estado de conservación mejorable.
Ascendemos por la carretera del faro, pasando por un estrechamiento de la calzada que antecede a la cala del Correlete. El tipo de construcciones que nos vamos encontrando son restauraciones de la casa típica almeriense que antaño era habitada en pequeños poblados o aislada. Eran casas bajas y con terrazas horizontales para aprovechar la escasa lluvia que ha mantenido siempre en niveles muy bajos los índices pluviométricos de estas zonas semidesérticas. Llegamos al faro, descansando unos minutos y observando a la izquierda un cráter volcánico que emerge del mar, denominado Arrecife de las Sirenas. Estas sirenas era el nombre popular que recibían las focas monje que habitaron hasta 1974. Reiniciamos la marcha por una senda que baja a unas antiguas vías usadas para introducir los barcos en el agua y ascendemos de nuevo a la carretera, pasando por Cala Arena, El Arrecife del dedo y Cala Rajá hasta la torre de la Vela Blanca (construcción del siglo XVIII).
En este trayecto hasta la Cala del Monsul se hallan especies vegetales endémicas como el dragoncillo del cabo o el cornical (de estas sólo identificamos el cornical) y unas cavidades rocosas de origen volcánico y de coloración blanco intenso parecido a la cal viva, que se denominan Tobas volcánicas. Estas cavidades se repiten por todo el recorrido y se formaron como consecuencia de la expulsión en sucesivas erupciones volcánicas de cenizas y polvo de carácter ácido que al entrar en contacto con el agua del mar y como consecuencia de la brusca variación térmica que se produce ocasionan esas formaciones de color blanco compactadas a través del tiempo. Durante todo el recorrido encontramos especies vegetales arbóreas como piteras o acibaras, aunque sin flores porque no es su época de floración y algunas plantas de carácter arbustivo como las pegamoscas, cuyas flores amarillas cubrían tanto las laderas de la Sierra de Gata como los acantilados contiguos al mar, a parte de palmitos, cambrones, rascamoños, salao borde , albardillas y alguna especie de la familia de la lavanda que casi carece de aroma y prolifera en terrenos salinos próximos a la costa (Lavandula multifida).
Desde la Torre de la Vela blanca hasta la playa de Monsul la cabeza del pelotón tomo un ritmo trepidante, quizá porque todo lo que estoy contando sobre la observación de la naturaleza a ciertos amigos del club les parezca una gilipoyez o puede ser que de lo que se trate es de competir a ver quién anda más rápido.
Si se trata de considerar una estupidez la contemplación del medio natural, la falta de sensibilidad es una cuestión genética y discutir sobre este asunto seguro que no nos llevaría a buen puerto y si lo importante es correr más rápido que el compañero, que se dejen de tonterías y les invito a que se inscriban en la media
Maratón de Lorca de este año o a cualquier maratón alpina de las que se organizan en el calendario anual en los distintos lugares de la geografía española. Prosiguiendo el recorrido y después de literalmente, sobrevolar sin motor las calas de Velablanca, Carbón , Media Luna y Palmito llegamos a la playa del Monsul, protegida por una gran duna y formaciones rocosas de increíble belleza que la rodean e imitan en su formas y en nuestra imaginación la obra de un arquitecto como Gaudí. Naturalmente es una apreciación personal pero el magma solidificado junto con los cantos rodados adoptan formas que se asemejan a cualquier obra arquitectónica digna del mejor escultor. También es destacable la plataforma de arena fina que la sustenta tanto dentro como fuera del mar y el agua cristalina que deja entrever el fondo marino haciendo apetecible a cualquiera, el darse un buen baño. Descansamos unos 20 minutos refrescándonos con unas cervezas que se agenció el organizador de la ruta, debiendo reanudar la marcha antes de que el efecto relajante de la brisa marina nos hiciera disfrutar de una buena siesta.
Volvemos a la pista forestal y nos dirigimos hacia San José. A unos 500 metros encontramos una senda a la derecha que nos lleva después de un cuarto de hora aproximadamente a las llamadas Calas del Barronal, denominadas así por la gran cantidad de barrones que sujetan las dunas y evitan su desplazamiento.
El barrón es una planta parecida al albardín y al esparto cuyas raíces frenan el avance de los montículos arenosos. En las ultimas calas se aprecian unas rocas volcánicas que constituyen una estructura basáltica en forma de cortina y hacen disfrutar al observador de la visión de un paisaje espectacular. Acercándonos al final , antes de doblar el puntal de los Genoveses , las formas volcánicas de la orografia hacen que los fotografos intensifiquen su labor, encandilados por las formas caprichosas que adoptan los basaltos. Personalmente he de decir que si bien la playa del Monsul es la más famosa, estas últimas son la rehostia (perdón por la expresión pero se me han terminado los recursos literarios). Al final encontramos un barranquillo con una senda que nos sube a un montículo, llevándonos a través de escarpados acantilados hasta el inicio de la playa de los Genoveses desde donde se ve el puntal y una caleta a la derecha que se denomina la Cala amarilla por poseer unas rocas de ese color, posiblemente de origen volcánico. En unos diez minutos ascendemos al puntal divisando desde allí la impresionante playa de los Genoveses, una alfombra arenosa de más de dos kilómetros y al fondo las primeras casas del pueblo de San José. Después de las fotos de rigor , descendemos el promontorio y atravesamos la playa, refrescándonos los pies y observando de forma irresistible el contorno de algunos cuerpos propiedad de ciertas bañistas que yacían completamente desnudos en la arena de la playa ( a fin de cuentas no desvío la atención del relato puesto que también son monumentos arquitectónicos naturales) . Por fin llegamos a San José (UNOS LLEGARON ANTES QUE OTROS), satisfechos de las experiencias vividas y con el hambre suficiente para no hacer ascos a la cerveza y la empanada comunitaria y a las viandas que cada uno transportaba en su mochila.
Foto 2: Senderistas en una de las rutas más esperadas del trimestre.
Foto 3: Alcibaras o pitas en floración.
Foto 4: Descanso sobre las dunas.
Foto 5: Descendiendo entre piedras.
Crónica: Juan Sánchez.
Fotos: Andrés Martínez Román.
1 comentarios:
Hola compañer@s,
esperamos ansiosamente recibir una crónica de cualquiera de los participantes de esta maravillosa ruta. Los no socios también pueden contribuir, eh!.
Un saludo.
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