Crónica: VI Travesía de resistencia en montaña "Sierras del Noroeste". Sábado, 10 de Marzo de 2007.

Foto 1: Cristóbal, Julían y Marcos al inicio de la ruta.

Foto 2: Marcos y Cristóbal tomando un respiro.

Foto 3: Aventureros junto a compañeros en la cima del Gavilán.

Foto 4: Orografia de la cumbre del Gavilán.

Foto 5: Lateral del Reventón.

Foto 6: Fuentes del Marques (Caravaca).

Mientras trato de encontrar la mejor forma de explicarle a mi psicólogo las motivaciones que me impulsaron a querer cruzar media sierra del noroeste murciano, en plena madrugada y con un foco colgando de la frente, les transmito las impresiones que nos causó la última edición de la prueba de resistencia en montaña que organiza anualmente la asociación Adenow de Caravaca de la Cruz.
Para esta edición, la organización ha querido variar sustancialmente el circuito clásico de las sierras del noroeste, dotándolo de mayor dureza en las subidas, en detrimento del número de kilómetros. Destacan sobre todo la cumbre del Gavilán (1.499m) y del Reventón ( 1.280m) y con un desnivel acumulado de 2.000 metros. Que dicho así está muy bien y se lee de una pasada, pero creedme que subirlos no es tan fácil.
La participación este año no ha sido especialmente numerosa, no llegándose a cubrir el total de plazas disponibles. Si bien los asistentes eran todos veteranos en estas lides y para la mayoría era casi una tradición asistir a la travesía de Caravaca. Por lo tanto, el ambiente previo a la jornada era de plena camaradería entre viejos compañeros. En representación de La Carrasca, estábamos Marcos Cano, y yo mismo, Cristóbal Sánchez. Si bien, no sería justo dejar en el olvido a Julián García, amigo y lorquino que nos quiso acompañar en nuestra aventura.
Como estaba previsto, la travesía se inició cerca de las cuatro de la madrugada después que un autobús nos trasladara desde Caravaca hasta la cercana localidad de Moratalla. Allí pronto descubrimos un par de cosas. Primero, que no habíamos meditado bien nuestro deseo de hacer la travesía. Y segundo, que el nivel de forma de los participantes era impresionante. El que menos había subido al Kilimanjaro antes de desayunar y había recorrido en Camino de Santiago en cinco días (¡verídico!). Así que con esos antecedentes, no era de extrañar que el grupo empujara con fuerza desde el primer kilómetro, imponiendo a la marcha un ritmo frenético que se mantuvo constante durante el resto de la travesía.
Así que entre hazañas y proezas físicas dignas de figurar en las crónicas de la resistencia humana, trascurrieron las primeras horas de la madrugada. Por fortuna, las primeras luces del día nos permitieron compensar en parte el esfuerzo con unos paisajes que mantenían los sentidos ocupados y la mente distraída. De especial colorido resultó la llamada morra del rompealmas, a cuyo nombre me remito para hacerse una idea de nuestro estado físico y anímico en aquel momento.
Y tras muchas horas de caminata, nuestro primer obstáculo serio, la cumbre del Gavilán, que había que alcanzar por una abrupta pared que obligaba en algunos tramos a ayudarse de manos y sentido del equilibrio. Creo que en este punto fue donde muchos participantes empezaron a comprender que no estaban en un simple paseo por el campo. La subida fue tremenda y era habitual encontrarse a gente sentada recuperando el resuello a mitad de ascensión. Aunque la llegada a la cima compensa con creces la dureza de la subida, permitiendo contemplar un paisaje espectacular de toda la zona. Y con el tiempo justo de volver a llenar los pulmones de aire, se inicia una escabrosa bajada que pone a prueba todos los sentidos del peligro. No sólo por su caída en picado por piedras y cornisas de orografía imposible, sino porque a esas horas los músculos están tan agotados que apenas si tienen fuerzas para asirse con firmeza al suelo. En este punto los resbalones y caídas son constantes, y uno se debate entre el deseo de captar con su cámara el espectáculo que nos ofrece la naturaleza en aquella latitud, y su deseo de permanecer con vida unos años más.
Tras la bajada llegó el único momento de solaz que tuvimos durante el largo recorrido. Unas merecidas raciones de distintos platos que calmaron el desgaste energético después de más de nueve horas de recorrido. En este punto fue donde hubo un mayor número de deserciones durante la travesía. La gente estaba agotada y la presencia imponente de la cumbre del Reventón a nuestros pies, no alentaba precisamente los ánimos para una nueva subida. Además era difícil separar los espíritus de la comida caliente y las bebidas frías.
El resto de insensatos, que a sabiendas de que aún nos quedaban muchas horas por delante, decidimos seguir adelante, nos contentamos con bajar la cabeza y no mirar para arriba. Creo que era la mejor forma de no perder los ánimos, aunque iba en detrimento de la estupenda calidad visual que íbamos dejando tras de nosotros. Aunque a esas alturas ya sólo contábamos el tiempo que nos restaba para llegar al final del recorrido.
Como era de prever, aún tuvimos que caminar algunas horas más hasta poder vislumbrar a lo lejos el primer rescoldo de civilización. Caravaca nos esperaba al fin y ahora sí, el final el camino estaba concluido después de algo más de trece horas.
La llegada tuvo su destino en el conocido alberge Fuentes del Marqués, que a su vez fue también el punto de partida. Una satisfacción tremenda poder cruzar la invisible línea de llegada y las emotivas felicitaciones entre los participantes por haber concluido con éxito una prueba tan exigente.
Por último felicitar a la organización que en todo momento se volcó, no sólo en la preparación del evento, sino también durante el recorrido con los habituales puntos de escape, de refrigerios y un estricto control de los participantes a los que hacían un seguimiento puntual.

Saludos.
Cristóbal Sánchez.