Como muy bien señalaba el blog
del Club la actividad resultó ideal para ir con niños o gente poco preparada y
disfrutar de los valores naturales que atesoran estos parajes lorquinos. El
terreno no contaba con apenas desnivel y, efectivamente, contaba con elementos
dignos de visitar como el vivero forestal -semillero- con sus bancales
asentados con muretes de piedra, la cortijada de la Culebrina o la centenaria
Carrasca del Tío Sabino... Aunque en
estos bosques debería dominar la encina o carrasca (Quercus ilex subsp. rotundifolia) -emblema del bosque mediterráneo-
por su lento crecimiento quedó relegada a un segundo plano en las repoblaciones
de las décadas de los 60 y 70 que se hicieron con pino carrasco (Pinus halepensis) y rodeno o marítimo (Pinus pinaster). A pesar de que la
encina asienta y protege mejor el suelo de la erosión y alberga a una mayor
biodiversidad perdió la batalla ante el rápido crecimiento de los pinos. Y si
continuamos hablando de árboles descubrimos uno de escaso porte protegido por
una malla metálica, probablemente de la visita de los herbívoros, justo al
recuperar la pista que nos llevó de nuevo a Casa Iglesias completando esta ruta
circular. Nos asaltó la duda de si se trataba de un serbal común (Sorbus domestica L.) o de un serbal de
los cazadores (Sorbus aucuparia L.)
pero un panel informativo nos hizo inclinarnos por éste que tiene las hojas con
el margen aserrado, enfrentadas y sus frutos son redondos, del tamaño de un
guisante y de un color rojo vivo. Forman
ramilletes muy llamativos. Recibe este nombre por haberse empleado su fruto
para atraer y cazar los pájaros -aucuparia-
(de aucupor: cazar aves). Se
distingue del serbal común porque este último tiene las hojas algo más pequeñas
y el fruto se asemeja a una pequeña pera, de color pardo-amarillento cuando
madura. Suelen crecer en barrancos y lugares sombríos como los que se
encuentran en el barranco de Enmedio en Sierra Espuña, justo antes de cruzar la
valla que delimita el parque natural y en la casa de la Carrasca. Como
curiosidad destacar que un paraje cercano a Casa Iglesias recibe el nombre de
Servalejo -con “v”-. Pero además de estos valores botánicos también pudimos
disfrutar de valores paisajísticos como tener la posibilidad de contemplar el
Pericay y la Molata desde el Cerro de la Campana mientras dábamos cuenta del
único avituallamiento de la marcha, exceptuando la obligatoria parada en el
Consejero -de camino a Lorca- para tomar el aperitivo e intercambiar
impresiones y anécdotas veraniegas. Y… hablando de anécdotas, muchos se
perdieron la cronometrada de Juanjo Vilar a bordo de su Volkswagen Golf en el
rally “búsqueda de los compañeros” que erróneamente de dirigían a María por una
pista forestal equivocada. No hubo salidas de pista ni otros incidentes dignos
de mencionar salvo que en la próxima revisión del coche el mecánico diga otra
cosa. Como inicio de la nueva temporada creo que esta salida nos abrió el
apetito para la siguiente y que, además, despertó el interés por conocer mejor
esta zona del municipio lorquino.
Foto 1: Cortijo de la Culebrina.
Foto 2: Caminando por un antiguo sendero de mampostería utilizado para la repoblación de la zona.
Foto 3: Hacia el mirador del Cerro de la Campana.
Foto 4: Mirador del Cerro de la Campana. Al fondo, el Pericay y la Molata.
Foto 5: El grupo de participantes en la carrasca del Tío Sabino.
Foto 6: De vuelta a Casa Iglesias. Nuevos amigos nos acompañan, bienvenidos.
Foto 7: Serbal de los cazadores. (Sorbus aucuparia L.)
Crónica: Agustín Javier García Soriano.
Fotos: Juanjo Vilar.
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