El pasado viernes ( 29 noviembre 2009) falleció a los 83 años (n. Cortina d'Ampezzo Belluno Italia 4 de diciembre de 1925 - 20 de noviembre de 2009). Lino Lacedelli, uno de los dos grandes del alpinismo italiano. Fue integrante de la potente expedición italiana que alcanzó por primera vez la cumbre del K2 (31 de julio de 1954). El otro era Achille Compagnoni, que murió el pasado marzo a los 94 años. En el libro oficial del K2 Ardito Desio escribe de él: “soltero, de 29 años, de Cortina d’Ampezzo (Véneto). Talla, 1,78; de profesión hidráulico, guía alpino y profesor de esquí…” Integraban aquel grupo algunos de los mejores alpinistas de Italia, como Walter Bonatti, Lino Lacedelli, Achille Compagnoni, Mario Puchoz (guía de Courmayeur que murió en la expedición por edema pulmonar) y Ubaldo Rey, aunque sólo dos -Lacedelli y Compagnoni- pisaron la cima.
Gracias a la habilidad diplomática de Ardito Desio, geólogo y político, (+ en 2001 a los 104 años), Italia consiguió permiso del Gobierno paquistaní para escalar el K2 en 1954. La razón principal era que los italianos necesitaban sacar la cabeza del pozo en el que estaban sumidos tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial. El K2 era una empresa nacional, donde el orgullo y la reivindicación de Italia frente al mundo estaban por encima todo, incluso de los alpinistas. Además Los franceses ya habían conquistado el primer ochomil de la historia, el Annapurna, el 3 de junio de 1950; los británicos el Everest, el 29 de mayo de 1953, y una expedición austrogermana el Nanga Parbat, el 3 de julio de ese mismo año.
Tras hacer cima y después de un accidentado descenso, Lacedelli y Compagnoni fueron recibidos como héroes en el país transalpino. El ‘rebelde’ Walter Bonatti, otro de los compañeros de expedición, se llevó el desprecio.
Hasta 2006, la historia oficial (urdida por Desio) decía que ambos (Lacadelli y Compagnoni) habían alcanzado la cumbre sin oxígeno por la ambición de Bonatti (24 años), encargado de subir las botellas hasta el C- 9 (7.980 m.). Compagnoni llegó adecir que Bonatti utilizó parte del oxígeno en su afán de ser el primero en la cima.
La realidad era otra. Como finalmente reconoció Lacedelli, en el libro titulado ‘El precio de la conquista: confesiones de la primera ascensión al K2’ (2004), fue como Bonatti había defendido a lo largo de cinco décadas, aportando incluso fotografías de sus dos compañeros enchufados a las botellas en la cima, aunque nadie le quisera hacer caso.
Sin avisar, a propósito, los dos alpinistas que hicieron cumbre montaron la tienda más arriba del C-9 del punto previsto. Cuando Bonatti y el sherpa paquistaní Mahdi que le acompañaba llegaron con las botellas de oxígeno hasta el punto previsto no encontraron nada. Comenzaron a llamar a gritos a sus compañeros. Lacedelli les contesto desde arriba y les dijo que dejaran la carga y se fuera. Pero la noche acompañada de ventisca les cayeron encima. Ante la imposibilidad de moverse, cavaron un hoyo en la nieve y viquearon a 8.000 metros, en la llamada ‘zona de la muerte’, expuestos a las avalanchas. Mahdi sufrió una ataque de enajenación debido a la altura y salió al exterior. Casi se congeló antes de que Walter lo metiera de nuevo en el hoyo. Cuando amaneció comenzaron el regreso. El paquistaní sufría serias congelaciones, a consecuencia de las cuales perdió todos los dedos de los pies y algunos de las manos.
Lacedelli y el correoso Compagnoni, que también ha muerto este año sin confesar nada (94 años), descendieron a por las bombonas. Luego, debido a la dureza y distancia del ataque final y no porque Bonnatti les mermara la carga, hicieron cumbre sin oxígeno.
Lacedelli quiso disculparse de Bonatti en su libro. Walter, que con los años se convirtió en uno de los grandes alpinistas de la historia de Italia, fue desdeñoso: “Ya es demasiado tarde”, le respondió en 2007, el año en recibió el premio de la Sociedad Geográfica Española.
Tras hacer cima y después de un accidentado descenso, Lacedelli y Compagnoni fueron recibidos como héroes en el país transalpino. El ‘rebelde’ Walter Bonatti, otro de los compañeros de expedición, se llevó el desprecio.
Hasta 2006, la historia oficial (urdida por Desio) decía que ambos (Lacadelli y Compagnoni) habían alcanzado la cumbre sin oxígeno por la ambición de Bonatti (24 años), encargado de subir las botellas hasta el C- 9 (7.980 m.). Compagnoni llegó adecir que Bonatti utilizó parte del oxígeno en su afán de ser el primero en la cima.
La realidad era otra. Como finalmente reconoció Lacedelli, en el libro titulado ‘El precio de la conquista: confesiones de la primera ascensión al K2’ (2004), fue como Bonatti había defendido a lo largo de cinco décadas, aportando incluso fotografías de sus dos compañeros enchufados a las botellas en la cima, aunque nadie le quisera hacer caso.
Sin avisar, a propósito, los dos alpinistas que hicieron cumbre montaron la tienda más arriba del C-9 del punto previsto. Cuando Bonatti y el sherpa paquistaní Mahdi que le acompañaba llegaron con las botellas de oxígeno hasta el punto previsto no encontraron nada. Comenzaron a llamar a gritos a sus compañeros. Lacedelli les contesto desde arriba y les dijo que dejaran la carga y se fuera. Pero la noche acompañada de ventisca les cayeron encima. Ante la imposibilidad de moverse, cavaron un hoyo en la nieve y viquearon a 8.000 metros, en la llamada ‘zona de la muerte’, expuestos a las avalanchas. Mahdi sufrió una ataque de enajenación debido a la altura y salió al exterior. Casi se congeló antes de que Walter lo metiera de nuevo en el hoyo. Cuando amaneció comenzaron el regreso. El paquistaní sufría serias congelaciones, a consecuencia de las cuales perdió todos los dedos de los pies y algunos de las manos.
Lacedelli y el correoso Compagnoni, que también ha muerto este año sin confesar nada (94 años), descendieron a por las bombonas. Luego, debido a la dureza y distancia del ataque final y no porque Bonnatti les mermara la carga, hicieron cumbre sin oxígeno.
Lacedelli quiso disculparse de Bonatti en su libro. Walter, que con los años se convirtió en uno de los grandes alpinistas de la historia de Italia, fue desdeñoso: “Ya es demasiado tarde”, le respondió en 2007, el año en recibió el premio de la Sociedad Geográfica Española.
Fuente: Besabide. Por Iñigo Muñoyerro.
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