Dentro de los objetivos presentes en los estatutos del Club Senderista de Lorca "La Carrasca" se expone el siguiente:
"3.- Asimismo, aprovechando que la práctica deportiva que constituye el objeto del club se inserta en pleno contacto con el medio natural, se marca como objetivo subsidiario el conocimiento, respeto y fomento de los valores naturales y culturales de Lorca, la Región, o cualquier otra zona donde pueda llevarse a cabo la práctica deportiva."
Por ello, y ante la amenaza que sufre el privilegiado entorno natural de la Marina de Cope (perteneciente a los términos municipales de Lorca y Águila), se expone esta información publicada en diversos medios de comunicación y redactados por personas expertas y preparadas.
Os dejamos un vídeo, este enlace y un artículo de prensa. Merece la pena detenerse unos minutos para reflexionar la importancia de este asunto.
Por nuestro futuro, por nuestro patrimonio cultural y natural,
Salvemos la Marina de Cope.
Claro que este ejercicio no tuvo propósitos tan inocentes como los de un niño jugando con plastilina... Detrás de esta operación se escondía un proyecto que, en palabras del consejero de Turismo y Consumo, José Pablo Ruiz Abellán, va a ser el «nuevo Cancún», el complejo urbano-turístico «más grande de Europa»: Marina de Cope. Las cifras del megalo-proyecto hablan por sí solas: sobre más de 21 millones de metros cuadrados que ocupan casi 7 kilómetros de costa virgen, se pretenden construir 11.000 viviendas y 23.000 plazas hoteleras, que darían cabida a casi 60.000 personas (el doble de los habitantes actuales de Águilas). A esto hay que añadir la construcción de un puerto excavado en tierra (una marina interior) para 2.000 embarcaciones, 5 campos de golf, 10 campos de fútbol y 10 zonas comerciales y de ocio. ¿Es éste un proyecto sostenible? En lo que resta de artículo me propongo exponer las razones ambientales para estar en contra de este descabellado proyecto. El paraje de la Marina de Cope alberga nada menos que 322 especies vegetales, muchas ellas de gran importancia, rareza e interés, como cornicales, azofaifos, siemprevivas, orquídeas, sabinas negras, tueras, cardaviejas, ispágulas, espinos negros, zamarrillas, tréboles reventones o ajos de flor negra. No menos importantes son las especies animales que allí viven, empezando por la tortuga mora, que tiene en el sureste español su último reducto europeo, pero sin olvidar a otros reptiles (lagarto ocelado, lagartija colirroja, eslizón ibérico), mamíferos (zorro, conejo, jabalí), y aves, tanto rapaces (búho real, águila-azor perdicera, halcón peregrino) como de interior (cogujada, terrera, alcaraván, tarabilla, curruca cabecinegra, y el raro camachuelo trompetero) y marinas (gaviotas, cormoranes y pardelas), que hacen de esta franja costera un enclave excepcional. Las especies marinas formarían una incontable lista, pero baste decir que las extensas praderas de Posidonia oceánica que tapizan esta costa han merecido en la pasada década ser protegidas de la pesca de arrastre mediante un ambicioso (y costoso) plan de arrecifes artificiales.
Por si fuera poco lo anterior, la combinación de la geología y geomorfología locales con las especies que la pueblan dan lugar a 8 hábitats terrestres y 2 marinos de interés comunitario, según la referida Directiva de Hábitats: matorrales propios de zonas saladas (halófilos y halo-nitrófilos), matorrales arborescentes, tomillares termófilos, matorral formador de galerías ribereñas, roquedos silíceos con vegetación pionera, vegetación anual sobre acúmulos de restos marinos, acantilados con vegetación endémica, praderas de Posidonia oceánica y plataformas de vermétidos. Estos últimos cuatro hábitats son considerados prioritarios por su importancia a escala europea, y por ello su protección es obligatoria.
Para más inri, como corresponde a una región desmemoriada, que muestra con insistencia un estólido rechazo a la propia esencia, justificamos la desprotección de parte de este espacio por ser terreno agrario, como si ese suelo no albergara multitud de especies valiosas, no jugara un papel ecológico esencial como ecotono o frontera, y no sirviera de amortiguación de los impactos directos sobre los hábitats más raros y valiosos.
La ejecución del proyecto urbanístico supondrá la destrucción directa de todo este acervo y el espectacular paisaje que forman, y, merced al pisoteo y a las rodaduras de los vehículos de las decenas de miles de personas que vivirían en este lugar, la afección a un área mucho mayor de ramblas, lomas, cerros, playas y roquedos. Esto, por no hablar de las infraestructuras de acceso (carreteras y viales) y su correspondiente tráfico, de las transformaciones físicas y la contaminación difusa generadas por la marina interior; y, por supuesto, de otro tipo de problemas ambientales, económicos y sociales ligados al urbanismo galopante y depredador que nos asola. Eso sí, todo ello manteniendo una actitud «extremadamente responsable con el medio ambiente» (Abellán dixit).
¿Y qué problema hay, dirán ustedes, en destruir todo este patrimonio natural? Ninguno, respondo yo, si la conservación del último enclave virgen de la costa mediterránea les importa un comino. Pero si no es así, por favor, hagan lo que esté en su mano para impedir que este devastador proyecto llegue a hacerse realidad. Salvemos la Marina de Cope.
José Antonio García Charton es doctor en Biología y profesor titular de Ecología de la Universidad de Murcia.
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